El presente escrito analiza la tensión entre los conceptos weberianos de “comunidad” política nacional y “asociación” política estatal. Hace hincapié en la nación entendida como comunidad cuya exclusiva referencia es el poder, en contraste con el Estado donde se condensa la aspiración de predominio y la organización necesaria para alcanzarlo, ponderando la reciprocidad entre fines y medios, racionalidad formal y material, intereses particulares e intereses generales, sentimientos subjetivos y propósitos objetivos.
Tomando ese planteo como punto de partida, avanza hacia la distinción entre comunidad y sociedad en el sentido que Weber atribuye a tales términos: no como conceptos antinómicos sino complementarios, tampoco como relaciones orgánicas y cálidas en oposición a lo mecánico y frío. Más que oponerse a sociedad, comunidad se opone a lucha, de modo que la modernidad implica la coexistencia de comunidad (acciones tradicionales y racional-valorativas) y sociedad (acciones racionales según fines). Esa combinación es la que da el tono a la sociedad moderna y a las formas históricas de dominación legítima, así como a la formulación teórica de la tipología de la dominación, donde sociedad se acerca a dominación legal-racional y comunidad a dominación tradicional o dominación carismática. Asimismo, conecta dicha formulación con el politeísmo valorativo, la autonomización de la dependencia de la religión y la retirada de los valores más elevados de la esfera pública. Concluye con una especificación que pretende dar cuenta de la imposibilidad de un regreso a relaciones comunitarias amorfas, imprecisas y sentimentales, dado que la preocupación weberiana radica más en lo asociativo que en lo integrativo. Por último, sigue el curso del pasaje desde la pregunta “cómo se hace” al “qué se hace y para quién”, pues ese recorrido introduce la lealtad, un valor opuesto a la impersonalidad de las leyes que origina sentimientos de comunidad en medio de la sociedad.