A lo largo del siglo XX, las majors concentraran en su esfera las condiciones de producción de aparatos técnicos y contenidos musicales. En este contexto, era imposible escuchar música sin la mediación de suportes físicos, de los discos. Sin embargo, el reciente desarrollo de las tecnologías digitales dio lugar a profundas transformaciones en la forma de acción de diversos sectores de la industria cultural, como el discográfico, lo que llevó a la ruptura en el control estricto que las empresas tenían, hasta ese momento, de la circulación comercial de las creaciones musicales ancladas en medios materiales. El disco, que tuvo un papel hegemónico en las ventas de las empresas discográficas, actualmente divide su espacio con la “música digital”.
Por lo tanto, es posible percibir que la música grabada en formato digital concentra parte de su circulación comercial en las “pistas”, aisladas de lo que se concibe por “álbum”. ¿Qué cambios ocurren en el perfil de la producción y edición musical cuando se decide a vender música grabada de esta manera, ya que la unidad del disco pierde su centralidad? ¿Cuáles son los significados de estas transformaciones, como un proceso social de producción de música-mercancía, mediante el aislamiento de las pistas de música? ¿Qué implicaciones estéticas, en el nivel de los sentidos (en la creación y escucha musicales), la industria discográfica (y su carácter eminentemente heterónomo) es capaz de pautar?