Se parte de la hipótesis de que la situación alimentaria de la población en estudio debe ser caracterizada como “riesgosa” o “insegura”, más que como “dañada”. La diferencia estriba que esta segunda acepción pone énfasis en los aspectos actuales de la situación y no en las consecuencias (conocidas o no por el actor) que ponen en riesgo a futuro, sus propias condiciones de salud. El hecho de que muchas veces las políticas sanitarias se planteen desde una perspectiva del daño, redunda en que su alcance se limite a los grupos más extremos y descuide una problemática, que no sólo cuenta con dimensiones cuantitativas importantes, sino que también por su carácter “silencioso”, no puede ser percibido y sopesado adecuadamente.
Qué, cómo, dónde y con quién comen los niños son las preguntas fundamentales que organizan el trabajo. Se realizaron, encuestas, observaciones y entrevistas tanto a los chicos como a los padres y cocineros de distintos comedores escolares en el período 2006- 2011. La evidencia hallada señala que las prácticas y representaciones alimentarias de estos sectores enfrentadas a contextos con pocas opciones o con alternativas desvalorizadas, viabilizan prácticas segmentadas e inseguras de alimentación que aumentan el riesgo de malnutrición. Pero dichos riesgos son asumidos y naturalizados por los propios agentes como las “mejores” alternativas disponibles. Es por eso que se propone desde la teoría del riesgo, reflexionar sobre estos resultados a fin de mejorar la situación alimentaria y nutricional de la población infantil en condiciones de pobreza.