Sin embargo, el proyecto neoliberal que alumbró esa derrota, no alcanzó su propósito. Así, junto con este siglo, comenzó una etapa de confrontación y crisis que dio surgimiento a la nueva izquierda boliviana. No se trata de un partido, sino de un archipiélago de grupos unificados por objetivos y actitudes comunes, que se diferencia de la izquierda tradicional por su mayor flexibilidad organizativa, política e ideológica. Alvaro García Linera y el grupo Comuna serán la expresión teórica y a la vez la concreción práctica de su influencia.
A su vez, significa el entronque de los movimientos marxistas con el indigenismo (con ese “indio alzado” representado en Evo Morales), tradiciones que hasta ese momento habían estado enfrentadas. Ahora se desplazaba la vanguardia del proceso, del proletariado y la clase media, a los movimientos indígenas y campesinos.
Ahora bien, la nueva izquierda señala que en las circunstancias actuales, la democracia es la única vía posible para la transformación de la sociedad boliviana. Sin embargo, tiene una forma particular de entenderla, lo cual reedita la discusión liberal clásica sobre la libertad y recibe críticas por la forma en que se plasma su proyecto de poder.