En los últimos tres decenios, en las grandes urbes se han producido procesos de metropolización y fragmentación territorial (Prevot- Schapira 2001; Tiramonti 2004; Veiga 2009) como efecto de políticas de gubernamentalidad (Foucault, 2006) que han dado lugar a dinámicas de agrupamiento y reagrupamiento de la población, habida cuenta de los cambios generados en el mundo del capitalismo flexible.
Similares procesos se están produciendo en ciudades intermedias, donde el estallido de la unidad territorial supone la configuración de nuevas formas de circulación y de relaciones entre los sujetos, que marcan límites materiales y simbólicos entre unos y otros territorios, entre unas y otras prácticas sociales y educativas que remiten a distintas calidades de vida.
Entendiendo que el territorio de emplazamiento escolar es contexto o conjunto de contextos en el que se inscribe una multiplicidad de significaciones e interpretaciones, (Appadurai, 2001), en esta nueva configuración del espacio urbano las dinámicas entre territorio y escuela - según se desprende de la investigación - están adquiriendo características que dan cuenta de la desigualdad en clave territorial.