Compartir experiencias en la danza y formar un conjunto de reflexiones sobre la cultura hip hop ha sido el arquétipo de una intensa relación afectiva que convirtió algunos de ellos en amigos inseparables. Durante los entrenamientos se vive una intensa convivencia, cuyos rituales y performances crean un “espíritu de grupo” entre los participantes, haciendo viable una identidad colectiva. El término “familia” es constantemente utilizado por ellos para nombrar el grupo que integran lo que reitera el carácter colectivo de sus identidades. Refuerzan así la unión y la amistad entre los miembros del grupo elaborando un “nosotros”. Simultaneamente, buscan una singularidad y rechazan las imágenes estigmatizantes a las cuales están muchas vezes asociados por vivir en barrios de chabolas.
La pedagogía implícita en el aprendizaje del break dance fomenta un conjunto de normas y valores asociados a las ideas de coesión y solidariedad entre los adeptos, que se opone a la fragmentación y al individualismo que la modernidad tardía inauguró. Es una forma agradable y grupal de cultivo de la subjectividad, constituyendo también una manera criativa de buscar reconocimiento y dignidad viéndose como miembro de una prestigiante cultura global.