Dicha articulación es uno de los grandes desafíos a los que se ven expuestos tanto los gobiernos como los movimientos y las organizaciones sociales. Para los primeros está en juego el apoyo popular, la legitimidad de sus actos y el alcance de sus propuestas de inclusión. Para las experiencias de movilización social se trata del dilema de cómo preservar la autonomía cuando los gobiernos parecen avanzar cada vez más sobre ellos.
En este trabajo pretendemos analizar cómo se presenta la mencionada articulación en las realidades nacionales de Argentina y Bolivia, tomadas como una muestra del heterogéneo abanico de países y clivajes presentes en América Latina. En Bolivia, el Instrumento Político que llevó a Evo Morales al poder, surgió como iniciativa de las organizaciones campesino-indígenas. En este contexto, los movimientos más radicales presionaron al gobierno para que no cediera ante los reclamos opositores y muchas veces se enfrentaron entre ellos por pujas corporativas. En Argentina, numerosas organizaciones sociales se acercaron a los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, manifestando sentirse integrados en su proyecto inclusivo. También hubo agrupaciones que se distanciaron, criticando la concentración de poder en el Ejecutivo, el estrechamiento de lazos entre los Kirchner y el Partido Justicialista y la extensión de viejas redes clientelares.