Uno de los fenómenos emblemáticos de la acción colectiva de inicio de la Argentina del siglo XXI refiere a la recuperación de empresas por sus trabajadores, conjunto heterogéneo de procesos en los cuales empresas en crisis son controladas y puestas a producir por sus trabajadores (Rebón: 2007).
En su sociogénesis el proceso encuentra su principal elemento estructurante en la crisis del comando capitalista sobre las unidades productivas, en un contexto social de crisis generalizada.
La recomposición económica y política a partir 2003 no implicó la clausura del proceso. Pese a la reversión del contexto de crisis que constituyó su sociogénesis, el proceso, aunque con menor intensidad, se ha extendido a nuevas unidades productivas (Rebón y Salgado, 2009; Programa de Trabajo Autogestionado, 2010; Programa Facultad Abierta, 2011). Por otro lado, las empresas recuperadas en el nuevo contexto han mostrado una importante continuidad y sostenibilidad productiva (Rebón y Salgado, 2009). La experiencia ha sido eficaz en evitar el cierre de las empresas y el desempleo de los trabajadores, conformando en origen empresas más equitativas y democráticas que las fallidas.
Ahora bien, a la par de esta capacidad de mantenimiento de la fuente de trabajo y de sostenimiento productivo es menester preguntarse por las transformaciones en el carácter socio-productivo de estas experiencias, en sus potencialidades transformadoras y sus limitaciones estructurales. ¿Cuáles son las dimensiones a tener en cuenta para pensar ese carácter? ¿Qué transformaciones se observan luego de 10 años de las primeras experiencias de recuperación? La presente exposición focaliza sobre el análisis de las transformaciones en una serie de dimensiones que se consideran centrales para dar cuenta del carácter socio-productivo: las formas y mecanismos distributivos y el ejercicio de la función de dirección.