Mientras en España la primera parte del siglo XXI está aportando nuevas formas de comunicación y participación política, fundamentalmente manifestada a través del movimiento social 15M (que hace referencia al 15 de mayo 2011, cuyo punto de partida fue Madrid) seguidor en parte de la consigna de Stephan Hassel, en Chile el fenómeno se presenta de forma distinta, más próxima a la consigna neo-liberal “laissez-faire” para los gobernantes, no para los ciudadanos. Ambos tienen un trasfondo conflictivo común, consecuencia de la insatisfacción ciudadana mostrada de dos formas distintas y opuestas, ante unos gobiernos que se han ido alejando del espíritu de la democracia.
Mientras que en España se pide “una democracia real ya”, siendo el emisor el movimiento social másimportante de este siglo que tiene sus raíces en las nuevas tecnologías y en las redes sociales, en Chile se escucha: “Hay que dejar que las instituciones funcionen”, se afirma desde la publicidad institucional política y gubernamental, habiendo cambiado elemisor que es el gobierno.
Este trabajo quiere problematizar y visibilizar el carácter reificado de afirmaciones como las citadas anteriormente, que ponen de manifiesto el funcionamiento de las instituciones con relación a la comunicación a través de comportamientos colectivos e individuales estimulados por los sistemas normativos que éstas comprenden. Su génesis e historicidad por tanto obedece en un caso, a una dinámica condicionada por los intereses explícitos e implícitos de los actores gubernamentales, que generan una reacción de indignación/oposición dado que han perdido la confianza en sus representantes políticos, mientras que en el otro caso, los políticos reclaman la confianza depositada en ello como representantes políticos y una libertad de actuación, que no resulta aceptada por la ciudadanía.
Se presentan pues dos formas discursivas de conflicto que no hacen otra cosa que, desde dos polos opuestos, expresar la insatisfacción individual y colectiva.