Dicho transito económico, abrió nuevas plazas laborales, sobre todo en las dos grandes urbes, Quito y Guayaquil, lo que provocó un incremento en la diáspora interna, de lo rural a lo urbano, con el firme propósito de insertarse en los “nichos” laborales que se ofertaban en los dos polos de desarrollo del Ecuador. Esta inserción de la población indígena a la dinámica laboral de las urbes, provocó una nueva dinámica socioeconómica al interior de las comunidades indígenas de la sierra central ecuatoriana, introduciendo, así, prácticas socioculturales ajenas a su historia y realidad, pero quizá, el cambio más significativo que se evidencia en las comunidades se lo expresa al interior del espacio familiar, espacio que ha sufrido profundas transformaciones en su dinámica constitutiva, función social y por supuesto, en los roles que desempeñan cada uno de sus miembros.
Es importante señalar, que la metodología empleada a lo largo de la investigación se enmarca en la tradición de estudios cualitativos, lo que ha permitido rescatar los testimonios de los propios comuneros, permitiendo así, realizar un análisis comparativo, intergeneracional, de la dinámica familiar en comunidades indígenas.