En las sociedades modernas del capitalismo fordista, el consumo cultural estaba asociado a una pausa con el trabajo. La gente iba al cine o escuchaba música en lugares especialmente destinados para ello, actividades que demandaban de una planificación y un espacio determinado de realización. Con el desarrollo de los medios de comunicación, cine y música se difunden y se consumen cada vez más en el hogar y más recientemente, con las nuevas tecnologías, ya no se requiere de una larga pausa para consumirlos. Podemos escuchar música en cualquier momento y junto a otra actividad y el cine también. No solo consumirla, sino el acceso y disponibilidad a ellas se ha multiplicado. Sin embargo en este nuevo contexto de difusión, exhibición y consumo, se siguen manteniendo las prácticas del consumo de cine y música en los espacios públicos. Nos preguntamos entonces ¿quiénes son los que consumen cine y música en los espacios públicos, son siempre los mismos, disponen de un capital cultural diferente? ¿Qué tiene de particular la exhibición del cine para aquellos que continúan yendo al a la sala de cine? Lo mismo nos preguntamos en relación a la música. Si cada vez más podemos acceder a la música a través de dispositivos digitales, ¿qué es lo que hace que cada más la gente vaya a espectáculos en vivo, no sólo del mainstream sino de nuevos grupos y bandas? Luego de cierta mirada apocalíptica sobre el impacto de los medios de comunicación sobre las formas de consumo cultural en términos individualizados y privados, nos proponemos indagar en torno a la cultura en esta escena social del siglo XXI a partir del cine y la música.